Reflexiones sobre la importancia de realzar y promover los derechos de los niños y niñas en el Mes de la Niñez.

En agosto, se abre una ventana de reflexión y acción en torno a uno de los temas más cruciales para nuestra sociedad: los derechos de la niñez. Este mes se convierte en una oportunidad para rememorar el legado que la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, ha dejado en nuestras vidas.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU en 1948, marcó el inicio de una transformación fundamental en la percepción de la niñez. Reconoció que los niños, niñas y adolescentes merecían cuidados y asistencia especiales, estableciendo las bases para el compromiso global en su protección y desarrollo. En 1959, la Declaración de los Derechos del Niño amplió este compromiso con sus 10 artículos, preparando el terreno para un cambio aún más profundo.

La Convención sobre los Derechos del Niño, con sus 54 artículos, se convirtió en el faro que guiaría el camino hacia un mundo más justo y equitativo para la niñez. Chile, al ratificarla en 1990, selló su compromiso con la protección y promoción de los derechos de los niños y niñas. Pero más allá de las fronteras nacionales, la CDN se ha convertido en un llamado universal a la acción.

Este momento del año nos evoca que no se trata sólo de una conmemoración, sino un recordatorio de que el trabajo por los derechos de la niñez es constante y dinámico. En ese contexto, es vital reconocer la importancia de eliminar los estereotipos de género que pueden limitar su pleno desarrollo. La identidad, expresión y la no discriminación, son principios fundamentales que la Convención promueve. Al empoderar a las niñas y niños a explorar sus intereses sin restricciones, contribuimos a un mundo más inclusivo y equitativo.

El Servicio Mejor Niñez por su lado, con su misión de proteger y restituir los derechos humanos de los más jóvenes, encarna este compromiso. Su enfoque en situarles en el centro de su propósito y garantizar su participación activa, es un ejemplo de cómo las instituciones pueden trabajar en marcar una diferencia para sus vidas.

Este agosto, mientras celebramos los logros alcanzados, también miramos hacia adelante. Reconocemos que aunque hemos avanzado en la protección de los derechos, aún hay desafíos por superar. La Convención nos insta a no quedarnos inmóviles, sino a mantenernos en movimiento, a promover la participación activa de los niños y niñas en nuestras decisiones y a trabajar incansablemente por un mundo donde la niñez no solo sea valorada, sino que también se asegure su bienestar y desarrollo.